Iniciar el curso

Así como la fiesta de San Juan marca el inicio del verano, también hay pueblos que celebran el final del estío, como lo hacen en Cádiz donde la tradición gaditana, en un ambiente carnavalesco, refleja este final con la quema de una caballa artesanal en la playa de La Caleta. Estos festejos populares tienen la base en su cultura y en la necesidad del ser humano de marcar ciclos. Si en San Juan se quema simbólicamente todo lo malo, el final del verano tiene que ver con otro tiempo que termina.

Septiembre marca el inicio de la actividad reglada del otoño hasta Navidad. Nos bombardean con el final de las vacaciones, que nos despedimos del verano hasta el año que viene, que hay que preparar “la vuelta al cole”, la incorporación al trabajo o el inicio de la universidad. Que hay que adaptar a los niños a los nuevos horarios de baños, cenas, madrugadas y los adultos tienen que hacer frente al conocido síndrome postvacacional con la vuelta al trabajo rutinario. Todo ello nos devuelve a una tozuda realidad que, ocasionalmente, quizá (sólo quizá), hayamos postpuesto hasta la vuelta.

El comienzo del curso es un cambio importante para todos, finalizan los días de descanso, disfrute y comienzan de nuevo las tareas rutinarias con la vuelta a lo cotidiano. Para las personas que están viviendo un duelo, cualquier esfuerzo es mayor y la vuelta es dura porque constata la realidad de la pérdida. Por otro lado, las rutinas a las que volvemos nos ordenan, dan cierto aliento y ayudan a sobrellevar el dolor.

Cómo se ha vivido el verano, dependerá de la propia persona que está en duelo. Algunas personas prefieren hacer un viaje diferente a lo que años antes habían realizado y, así no acercarse a esos sitios significativos donde estuvieron con su ser querido fallecido. Esto ayuda a tomar distancia con el dolor que supone revivir esos momentos porque la ausencia se siente de manera tan desgarradora. Otras, por el contrario, deciden continuar con esos espacios de veranos anteriores e integrar el dolor presente de manera intensa, tal vez hayan intentado buscar maneras de descanso y desconexión donde calmar la ausencia. Sea de una u otra manera, uno se da cuenta de que el dolor está presente, a ratos desborda y necesitamos darnos espacios para sostenerlo con un paisaje, llorando... todas estas vivencias son difíciles y conllevan un desgaste importante durante estos meses.

Antes de estas fechas estivales hablamos de que vivir el verano cuando uno está en duelo se vuelve muy difícil. Por un lado, por lo que implica el verano para todos los que nos rodean; por otro, por sentir que la vida se ha parado para nosotros, observar a nuestro alrededor a las personas disfrutando y porque es natural tener muy presente recuerdos vividos con la persona especial que ha muerto… todo ello nos hace vivir un dolor intenso que nos deja agotados.

Por eso, volver a la rutina puede dar algo de descanso, pero cada duelo es tan diferente que dependerá de nuestra vivencia para que este tiempo, como otros, sea más o menos difícil. Si ha fallecido un hijo/a en la etapa escolar, la vuelta a la guardería o al colegio de otros hijos, si los hubiera, duele… Duele ver a otros niños/as reencontrarse en colegios. Duele pensar en los compañeros de facultad y los amigos que vuelven a sus ocupaciones. Duele ver cómo el ritmo de la vida continua y, se pone muy cuesta arriba volver al trabajo y encontrarnos con compañeros que hablan de cómo han pasado las vacaciones con sus familias mientras que para uno mismo, ha estado impregnado de vacío y tristeza.

Y así, las personas en duelo afrontan el comienzo del curso. Es difícil y cuesta mucho, pero con la ayuda de los que nos quieren y acercándonos a ellos, podremos avanzar en este camino donde poco a poco, día a día y paso a paso, seguimos adelante. Siempre adelante para aprender a vivir de otra manera.

Nos puede ayudar:

  • Elegir momentos y actividades que nos sirvan para calmar el dolor de la vuelta.

  • Darnos un tiempo antes de volver al trabajo, pues resulta difícil incorporarnos rápidamente.

  • Ponernos pequeñas metas de cada día, sin imponernos grandes retos. Poco a poco.

  • Hacer planes en tiempo corto a pocas semanas o meses y retrasar objetivos a largo plazo.

  • Si uno está de baja, sería conveniente dejar que el ritmo coja impulso para después plantearnos esa estabilidad que da lo laboral.

  • Compartir lo que sentimos con las personas cercanas.

  • De manera regular, hacer alguna actividad que cuide nuestro cuerpo: caminar, hacer deporte…