Los cuidados de la enfermería

El Consejo Internacional de Enfermería establece en 1974 la celebración del Día internacional de la Enfermería el 12 de mayo en homenaje a Florence Nightingale, que nació ese día de 1820 en Florencia y se formó como enfermera en Inglaterra. Creó el primer modelo conceptual de la enfermería y fundó la primera escuela en todo el mundo de esta especialidad sanitaria. La OMS reconoce a la española Isabel Zendal, nacida en La Coruña en 1773, como la primera enfermera de la historia en misión internacional que llevó la vacuna de la viruela a América y Filipinas. La primera escuela de enfermería en España fue fundada por el médico Federico Rubio y Galí en 1896, basándose en el modelo de Nightingale.

En la actualidad, el equipo de enfermería en los hospitales está compuesto por enfermeras/os graduados y técnicos en cuidados auxiliares cuyo trabajo en equipo es indispensable para lograr el buen cuidado de pacientes y el apoyo a sus familiares. De esta forma, existen varias ramas de estudio y especialización en enfermería que marcan diferentes tipos de atención sanitaria, como la enfermería obstétrico-ginecológica (matrona), la pediátrica, oncológica, de salud mental, entre otras. Y que tendrán que ver con el tipo de paciente al que cuidar, tanto en su enfermedad como en su bienestar personal y emocional.

En el plano personal, ser enfermera/o es estar en una posición cercana al paciente y sus familias, en el cuidado de la enfermedad y de la calidad de vida, teniendo en cuenta el aspecto físico, emocional, psicológico y espiritual de la persona. Por esta proximidad son importantes sus cualidades innatas, como su vocación de servicio, y aquellas aprendidas como la empatía, la escucha activa o la presencia. Hablamos aquí de ese otro cuidado emocional que tanto tiene que ver con la humanización de la salud.

En el II Congreso Internacional de Humanización de la Asistencia Sanitaria que se ha celebrado el pasado mes de abril en Madrid, se ha presentado el proyecto Humaniza UCI que además de los cuidados técnicos, hace hincapié en la implementación y/o mejora de aspectos que influyen negativamente en el paciente en situación aguda o crítica, como es reducir los ruidos y/o alarmas que no dejan dormir al paciente o facilitar el acompañamiento de familiares relevantes que dan calma al enfermo.

En la humanización, la enfermería tiene un peso importante porque el contacto con el paciente y su familia es continuo. Ahí nace la implicación de muchos de estos profesionales que viven situaciones vulnerables y dolorosas. Estas pueden llegar a afectarles de manera personal, generando emociones difíciles. Algunos ejemplos son unidades como las pediátricas, oncológicas y especialmente aquellas en las que hay situaciones donde no es posible la curación. En los casos de mayor impotencia, es natural sentir dolor, un dolor que necesita de un espacio y atención para que no se convierta en sufrimiento. Además, la enfermera/o es un ser humano con sus situaciones vitales, en ocasiones muy difíciles o críticas, que lleva en su espalda cuando está cuidando a otros.

Cuando un paciente fallece o está en su proceso de final de vida, ¿quién apoya a la enfermera/o que le ha estado cuidando?, ¿dónde encontrará su espacio para aliviar toda su angustia y frustración?, ¿puede encontrar una distancia terapéutica que le permita su dedicación de cuidado al paciente y a sí misma/o? Cada vez son más las unidades en las que se hacen reuniones de todo el equipo para aliviar toda la tensión que se acumula, reconocer y compartir el duelo por el paciente que muere.

Dentro del equipo multidisciplinar, dado que la enfermería está en un trato muy cercano con el paciente y su familia, necesita ser tenida en cuenta en su situación personal, en el manejo de sus emociones y de sus propios duelos, los personales y los que ocurren dentro del ámbito hospitalario, ya que sus sufrimientos son afectados por los de los pacientes y de sus familiares.

Desde Vida y pérdida queremos dar reconocimiento y visibilizar a estas/os entregadas/os enfermeras/os que hacen un grandísimo esfuerzo por estar al lado del que sufre. Manejar las emociones en estas situaciones requiere un gran trabajo personal que se aprende a lo largo de esta entrega desde la autenticidad y coherencia. En un momento determinado la enfermera/o puede llorar con la familia, emocionarse con ella porque el paciente con el que tanto ha compartido, ha muerto. Estas lágrimas no son signo de debilidad, sino una muestra de la humanidad que envuelve toda la situación del enfermo, familiares y personal sanitario.