El duelo en hermanos y hermanas

Cuando sufrimos la pérdida de un ser querido, todos nuestros cimientos se tambalean. Hay un sufrimiento emocional muy natural y necesario en el ser humano. Aunque sabemos que también es diferente el sentimiento del dolor que se produce dependiendo de la relación con la persona que fallece.

Hay estudios que muestran que es mayor el dolor que sienten los progenitores que pierden a su hijo/a, que los que pierden a su pareja o a sus propios ascendientes. Los padres y madres tienen un sufrimiento devastador y otros/as hijos/as (si los hubiera) también, pues pierden a su hermano/a y a una parte importante de su vida con él/ella. Por esto nos planteamos reflexionar sobre su duelo cuando la familia recibe ese duro golpe de la vida.

Con el afán de proteger, los adultos tendemos a separar de esta vivencia a los menores, e incluso a los que son jóvenes, para evitar que sufran.  Cuando la realidad es que, lo que les ayuda es incluirles en esta dura experiencia familiar, permitirles tomar sus decisiones sobre su participación y estar atentos a sus necesidades afectivas y emocionales.

Hay diferencias sobre si la muerte ocurre en la infancia, adolescencia o en la edad adulta. Y también existen ciertas similitudes por el tipo de pérdida que se afronta. En los hermanos/as es común:

  • Ver a los progenitores desbordados de dolor, con emociones muy intensas. Esto repercute en que ellos/as tiendan a hacer esfuerzos para no aumentar el sufrimiento en sus padres: complaciéndolos y no compartiendo su pesar.

  • Unas veces causado por el entorno y otras por la propia preocupación, se responsabilizan de sus padres cargando con emociones que les desbordan y no saben manejar.

  • Otras veces, por lo que comentábamos anteriormente, en el ánimo de querer protegerles, la comunicación del dolor es muy reservada y se crea cierta distancia familiar, siempre con la inquietud de ambas partes, padres e hijos/as de no aumentar la preocupación en el otro.

  • La vida familiar y el hogar está bañado por una gran pena.

  • Pueden aparecer sentimientos de culpa o incomprensión ante lo ocurrido. ¿Por qué a mi hermano/a y no a mí? Así como preocupación por el futuro: ¿Qué haré yo en el futuro sin él/ella?

  • No tener experiencia previa con la muerte por su corta edad, les hace aprender de manera muy temprana a sobrellevar el dolor y a convivir con la realidad de la muerte.

La reacción del entorno sobre la muerte de un hermano/a mayor suele ser también común, desde marginar al pequeño/a convirtiéndole en “el gran olvidado” a responsabilizarle del bienestar de sus padres por la percepción de fortaleza en la juventud, frases como: “Mejor que no venga al funeral, es muy pequeño”… “Ahora tienes que ser fuerte”, “Te toca animar a tus padres”… No hacen más que taponar su dolor y aislarles. Los pésames suelen darse a los padres y, si llegaran a darse a los otros hijos/as, dependerá de la edad que tengan y de la sensibilidad del entorno.

Es por ello que, si el hermano/a no recibe el acompañamiento que necesita en su duelo, es probable que oculten sus sentimientos a los demás y que pase, todavía más desapercibido, porque es “como si no les pasara nada”.  Los adultos tendremos que estar atentos ya que, el que no le pase nada, es la evidencia de que algo está pasando.

En la infancia, la asimilación y comprensión de la muerte para el hermano/a vendrá determinada por su momento de desarrollo. Que la muerte es universal, irreversible, tiene una causa y cesan todas las funciones vitales, son conceptos que se adquieren a lo largo de la vida. Por ello, el menor necesita ser acompañado por el adulto a lo largo de todo su proceso de duelo y dependerá cómo lo elabore para incorporar el recuerdo de su hermano/a en la edad adulta.

Aproximadamente, es a partir de los 10 años que un niño/a ya tiene interiorizado el concepto de muerte y pueden sentir que una parte de su vida ya no volverá con su hermano/a. Entiende que se pierde todo el vínculo hecho con su historia de vida y pueden darse diferentes reacciones como culpa si ha habido problemas de relación que no se hayan resuelto antes del fallecimiento. O que hagan culpable al hermano/a fallecido por “haberle abandonado”. Todo esto es importante acompañarlo para ayudarle en su proceso.

En los hermanos/as mayores, la pérdida se vive parecida a otros adultos en duelo, con la preocupación de volver a aprender a vivir en esta nueva realidad y acompañar a los padres en su duelo.

En Vida y pérdida, además de la atención a padres y madres en duelo, nos ocupamos del duelo de otros miembros de la familia y estamos en vías de formación de un nuevo grupo para hermanos/as en duelo mayores de edad. Estará guiado por nuestras psicólogas Belén y Araceli y su objetivo es el de propiciar un lugar de encuentro para compartir las experiencias que les han hecho vivir a sus hermanos fallecidos de esa otra manera tan única y personal que, sólo ellos/as conocen.

Si has vivido la muerte de un hermano/a o estás interesado/a en participar en este grupo, puedes escribirnos a: info@vidayperdida.es

Para ver más información el duelo en la infancia, tenemos tres entradas anteriores en las que hablamos sobre ello: