Prevención del suicidio

Hace un año, hablábamos en nuestra entrada al Blog del 26 de noviembre de 2021 sobre suicidio. Nos hacíamos eco del Día Internacional del superviviente por suicidio para acercarnos a hablar de este tipo de duelo que tiene en sí una connotación muy especial. El pasado 9 de septiembre se conciencia a nivel mundial sobre la prevención del suicidio y este año en Vida y pérdida abordamos esta otra perspectiva con la misma necesidad de hablar de “lo innombrable” y eliminar el tabú que hay sobre ello.

Hasta hace poco se había pensado que si se hablaba de suicidio aumentaría el número de ellos por imitación de esa conducta. Nada más lejos, ahora sabemos que es bueno hablarlo, darlo a conocer, debatirlo y reflexionar sobre ello. La ocultación del mismo no hace más que contribuir a la errónea creencia de que si no se habla, si no se ve, no existe. Muy al contrario, existe y sólo con la conciencia de conocer sus posibles causas y señales, se puede ayudar a prevenirlo.

En España hay 4.000 personas al año que se suicidan y alrededor de 80.000 las que lo intentan. Es un acto devastador y destructivo en el que confluyen muy diversos factores. Uno de ellos ha sido la pandemia del Covid-19, que ha favorecido el aumento de tentativas en un 200%. No podemos predecirlo con seguridad, pero sí podemos reflexionar sobre qué aspectos pueden suponer este riesgo vital para la persona.

En relación a la edad, hay dos momentos en la vida del ser humano donde se manifiesta una gran vulnerabilidad: la infancia y adolescencia y las personas adultas por encima de los 65 años. En el acto suicida hay un recorrido en el sufrimiento del individuo que va desde que tiene ideas sobre el acto hasta que lo lleva a cabo: el ambiente, hábitos de conducta, relación social, posibles enfermedades crónicas (dolor)… hasta la tentativa o consumar el hecho, en el desenlace más terrible de este recorrido.

Por esto, es bueno hablar de ello y tener presentes posibles señales que muestre la persona. No es sólo la edad. Un niño no tiene la madurez y un adolescente, que está en peno cambio vital, no puede analizar la situación con distancia para resolver el problema. Mientras que un adulto encuentra solución para una ruptura amorosa, un adolescente sentirá que nadie le puede ayudar, que es el fin del mundo. Y, verdaderamente, para él lo es. Pero también puede haber crisis que un adulto formado y crítico viva una situación insostenible para su dolor como pueda ser que muera su compañera de vida. Y, es entonces, cuando su existencia pierde todo sentido.

¿Cuánto sufrimiento hay en la persona como para ir contra el natural instinto de vida? ¿Qué hace que alguien se vea en tal situación en la que no hay salida?

Los factores de riesgo más reconocidos son los referidos a la salud mental, como la depresión. Pero no siempre son éstos la causa, ya que, en ocasiones, la situación social o una gran sensación de soledad puede ser tan acuciante, asfixiante para la persona que la percibe como un callejón sin salida. Por esto, no está claro que la causa sea siempre la depresión u otros trastornos mentales.

Podría tratarse de una depresión cuando, de manera continuada y permanente en el tiempo encontramos algunos de signos como:

  • Tristeza profunda y desesperación

  • Dejar de hacer actividades que le gustan

  • Aislamiento, deseo de estar siempre solo

  • Insomnio

  • Conductas adictivas

  • Dejar de comer o comer en exceso

  • Sentirse cansado, sin energía

  • Rehuir a los amigos

  • Bajo rendimiento escolar o laboral

  • Incapacidad para tomar decisiones

  • Pensar sobre la muerte o tener ideas de quitarse la vida

Además, podemos estar atentos a señales que pueden indicarnos que la persona está con un sufrimiento profundo como:

  • Tristeza profunda y desesperación

  • Dejar de hacer actividades que le gustan

  • Aislamiento, deseo de estar siempre solo

  • Insomnio

  • Conductas adictivas

  • Dejar de comer o comer en exceso

  • Sentirse cansado, sin energía

  • Rehuir a los amigos

  • Bajo rendimiento escolar o laboral

  • Incapacidad para tomar decisiones

  • Pensar sobre la muerte o tener ideas de quitarse la vida

Una persona que sufre necesita comprensión; ser escuchado con paciencia, respeto y sin prisas; no quitar valor a su sentimiento (“lo ves muy exagerado”), no retarle (“no será para tanto”), ni imponer sino simplemente observar y acompañar. Pero si llega al acto final, el efecto es devastador para ella y para los que le sobreviven. Para su entorno, aparece una culpa que pesa de manera inexorable en todo lo que pensamos: “¿cómo no me di cuenta?, ¿por qué lo hizo?” Y aquí empieza un camino largo y tortuoso para el superviviente porque se sentirá solo, la sociedad no lo entiende y añade presión para pasar el duelo rápidamente. En los grupos de Vida y pérdida sabemos que ayuda hablar y ser escuchado sobre este hecho, compartir con otros que han vivido esta terrible experiencia, en un lugar seguro y dirigido por psicólogas.

A la red de recursos que detallamos en el pasado Blog de Hablemos de suicidio añadimos todos estos que esperamos sean de ayuda