Vivencia del duelo


«En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele». Montoya Carrasquilla (1998)

El duelo es el proceso natural que vive una persona que ha perdido a un ser querido y significativo para ella. Tras la pérdida, se comienza un camino de dolor, de incomprensión, de búsqueda, de cambio, así como de aprendizaje, de vuelta a la vida, de encuentro… El duelo es la reacción natural ante tal golpe de la vida: la separación y, especialmente, la muerte. Y en esta respuesta, lo natural y característico es que vivamos un intenso dolor.

Si hablamos de padres y madres que vivimos la muerte de un hijo o hija, se une lo antinatural, inesperado e incomprensible de sobrevivir a este hecho. La muerte de un hijo o hija supone una fragmentación vital en la persona que lo sufre, afectando en la totalidad de sus condiciones: personal, de pareja, familiar y social. Es uno de los eventos más estresantes que puede vivir una persona y que produce reacciones intensas a nivel emocional, cognitivo, comportamental, somático y espiritual.

Este dolor descoloca, es devastador, es como un tsunami que arrasa toda la vida de la persona, ilusiones, valores, familia… Entonces, la vida pierde sentido y el dolor lo envuelve todo.

Es un dolor único e individual, que necesita intimidad, por un lado; y a su vez, de compañía. Es por eso que necesitamos sentirnos comprendidos y acompañados. Ante la muerte de un hijo o una hija, nos sentimos especialmente arropados por otros padres y madres que han pasado por esta terrible vivencia. En ellos encontramos la esperanza y la confianza de llegar donde otros compañeros lo han hecho, atravesar el dolor acompañados y reconstruir nuestra vida teniendo como motor el amor de nuestros hijos e hijas.